Periodo de Alfarería

A lo largo del periodo de alfarería los alumnos y alumnas se han adentrado en el mundo de la alfarería, transformando algo tan sencillo como el barro en objetos cargados de sentido y belleza. El recorrido comenzó con una pregunta sencilla: ¿qué es el barro?, ¿qué es la arcilla? A partir de ahí descubrieron su composición, su fórmula química y sus principales características: la plasticidad que permite moldearla, la dureza que adquiere al secarse y la fragilidad que siempre exige cuidado y paciencia.

En la primera semana, los estudiantes realizaron su primer acercamiento práctico: la creación de un cuenco a partir de una bola de arcilla. Aprendieron la técnica del pellizco —quizá la más ancestral— y exploraron la decoración incisa utilizando pequeñas conchas.

La segunda semana trajo un nuevo desafío: elaborar un cuenco utilizando la técnica de rollos, un método que permite construir las paredes de la pieza añadiendo tiras de arcilla una sobre otra. Este proceso requiere precisión, constancia y mucha atención. Además, experimentaron con planchas y moldes, descubriendo maneras distintas de controlar el material.

En la tercera semana, la creatividad tomó protagonismo. Se introdujo el modelado directo, lo que permitió a cada alumno dar rienda suelta a sus ideas. A partir de sus propios bocetos, confeccionaron pequeñas piezas: figuritas, colgantes, pendientes y otros objetos personales. Fue una semana especialmente rica, en la que cada estudiante pudo explorar su propio estilo y expresarse a través del barro.

Finalmente, en la cuarta semana, llegó uno de los momentos más esperados: trabajar con la rueda alfarera o torno de pie. Para muchos era un reto completamente nuevo. Paso a paso, aprendieron a amasar, centrar y tornear la arcilla hasta conseguir la forma deseada. Su propuesta final consistió en la creación de un cuenco realizado íntegramente en la rueda, un ejercicio que combina técnica, concentración y sensibilidad. Una vez terminados, los trabajos pasaron por las fases de secado y cocción, revelando finalmente piezas únicas, fruto del esfuerzo y la dedicación de cada alumno.

El periodo de alfarería no solo les permitió descubrir técnicas antiguas y desarrollar habilidades manuales; también les enseñó a valorar el tiempo, la calma y la importancia del proceso creativo. Cada pieza elaborada refleja algo más que un ejercicio: guarda la paciencia, las risas, los intentos fallidos, las mejoras y, sobre todo, la satisfacción de crear algo con sus propias manos.

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