Con el final del verano, cuando el sol ha hecho madurar los frutos, llega el momento de la cosecha. En nuestra escuela celebramos esta época especial como una forma de agradecer tanto a la tierra como al sol por los frutos que nos brindan.
El otoño se aproxima, trayendo días más cortos y con menos luz. Es un tiempo que nos invita a mirar hacia nuestro interior y a reunir la energía necesaria para enfrentar la oscuridad que va en aumento. Por eso, en este periodo recordamos la historia de San Miguel, quien vence al dragón y disipa la oscuridad con la luz de su espada.
La festividad de San Miguel tiene orígenes antiguos, ya que en la Edad Media también se celebraba como una festividad de la cosecha. En ella se honra al arcángel Miguel, una figura presente en el judaísmo, el cristianismo y el islam, símbolo del coraje frente al miedo y del bien venciendo al mal. Esta celebración nos inspira a enfrentar nuestros temores y a fortalecer nuestra voluntad.
En las escuelas Waldorf, esta festividad nos recuerda que tanto la oscuridad como la luz viven dentro de cada uno de nosotros. El arcángel Micael nos muestra que debemos encontrar la fuerza interior y el coraje para actuar con consciencia frente a nuestras dificultades. No se trata de destruir nuestros “dragones” internos —como la pereza, el orgullo, la envidia o el egoísmo—, sino de aprender a reconocerlos y actuar con determinación y humanidad en el momento justo.
Durante las semanas previas a la festividad, los niños del jardín de infancia y primaria se preparan a través de canciones, juegos, cuentos y poemas en clase. También elaboran sus propias espadas y decoran las mesas de estación con verduras que van trayendo de casa.